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miércoles, 1 de noviembre de 2017

                               CUANDO DIJE HOLA DE NUEVO Y ELLA ME DIJO...



   Cuando me enteré por un rastro indiscreto que ella se asomó a una de mis redes sociales supe que a pesar de los muchos años transcurridos yo aún formaba parte de sus pensamientos. No era que no lo supiera en verdad. Pero esa era una certeza. Lo que no llegó a ser de ningún modo certeza fue el decidir si le escribía a mi primer amor de quien nada sabía por muchísimo tiempo.

   La noche del día en que decidí hablarle por fin me expliqué con unas cobardes líneas. Suprimí cualquier asomo de saludo. Enmudecí todas mis interrogantes. Ni aun siquiera me dirigí a ella directamente. Cuando se acumula la ingratitud de los silencios sobre el amor de tu vida simplemente encargas al lenguaje que susurre por ti.

   Y ahí estaba yo la noche de ese día en que rompí el prolongado silencio y el cursor parpadeante en la pantalla vacía precedía las muchas formas posibles de dirigirme a ella solo para comprender que me arrepentía por todas. Finalmente, tras un infierno de dudas, una parte de mí debe haber obligado a la otra que se resistía a enviar tan culposo y trémulo mensaje.

   Cuando yo la conocí y la tenía en mis brazos el miedo era perderla. Transcurridos muchos años después ahora el miedo era el reencontrarla. Nada te prepara para los absurdos en que te coloca la existencia. Te levantas un día y entre el cepillo de dientes y las noticias de la tarde el espíritu de lo vivido se impone entre tus ojos. O quizá el destino se burla de nuevo de ti y pretendiendo que extrañas a alguien en realidad vas en busca de lo que fuiste alguna vez y te empeñas en recuperar tus recuerdos en los recuerdos del otro.

   Como sea que fueren esos extraños dominios de tu voluntad lo cierto es que al día siguiente de escribirle ella me hizo saber del modo más contundente y anónimo que no quería saber de mí. No es que me dijera nada. Tampoco haría justicia el decir que me bloqueó aunque tal sería la explicación técnica de lo que pasó. Simplemente bloquear me parece un botón tan inútil para impedir que los recuerdos de un amor intenso, incluso vagos y recónditos, puedan sorprenderte cuando miras sin nada de certeza a través de tu ventana.

   Desde luego la noticia me fue ingrata. Puedo decir también con ingenuidad que no me lo esperaba. Ojalá pudieran creerme si dijera que hubiera sido muy feliz con tan solo recibir una notificación en la forma de un minúsculo visto bueno de todo cuanto pudiera decirle en los sucesivos mensajes. Le hubiera escrito tantos caramelitos...

   Ahora que fracasé en mi intento de comunicarme con la mujer más peligrosa de mi vida pienso que después de todo tal vez ella tuvo razón en restaurar el orden y devolvernos a la quietud sin sobresaltos de una vida que es engullida por el olvido. Si era blanca o no la flor o o si no hubo flor, con llanto o con amargura en nuestro adiós o si no hubo adiós, todo se diluye entre la nostalgia de unas manos que sostienen la dudosa cabeza taciturna.

   Desde algún lugar imposible para mí, en un rostro que ahora solo podré especular impreciso, puede que se dibuje un instante ajeno en el que ella se esté mascullando las mismas dudas que yo.