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martes, 30 de octubre de 2018

VIENE POR MÍ


   Aquella oscuridad me invocó. Dejé atrás al grupo de excursión y me adentré al misterio de ese escondrijo de la fortaleza del Real Felipe. Eran las tinieblas que envuelven a los ciegos y a pesar de eso seguía internándome dentro de la negra incógnita con dudosos pasos y azotando las manos por delante en el vacío sin que pudiera ver nada de su inútil afán. Así anduve unos instantes hasta que de pronto me encontré en una situación absurda con los brazos extendidos que se apoyaban sobre una superficie áspera y con el cuerpo desbalanceado. Luego anduve a gatas sin saberlo. En un momento que parecía irreal surgió debajo un chorro de luz que provenía de una especie de sótano.

   Solo entonces comprendí lo que había pasado. En medio de esa habitación totalmente oscura el suelo terminaba abrupto en un sorpresivo agujero y varios metros debajo desembocaba un ducto de ventilación excavado en las entrañas de la fortaleza turística. Gracias a un reflejo providencial de último momento alcancé a extender los brazos y eso detuvo mi caída al profundo agujero, escabroso e inhóspito, donde hubieran tardado en hallarme dado lo insólito del lugar.

   Supongo que debe de haber sido el suceso que más me acercó a la muerte. Sobreviví a lo que pudo ser un desenlace penoso, lleno de súplicas desatendidas sabiéndome depositado en la que sería mi tumba anticipada. Ese destino se libró para mí por el dadivoso azar y desde aquella lejana vez de mi adolescencia el tiempo ha transcurrido con igual fortuna extendiéndome los días en miles de ellos apartando mi propio fin y en su lugar ha tenido el desvarío de mostrarme el de muchos otros.

   Mientras tanto la idea de morir no ha pasado de ser una inquisición. De si vendrá con los ojos fieros frente al estremecimiento de la sábana que me cobija o será más bien como el filo de una espada reencontrándose con el aire una vez que habrá atravesado mi cuerpo. Intrigado por la apariencia de ese porvenir me empeño en reconocerlo: el suspenso con que se equilibran las macetas en lo alto de las cornisas, el silbo de una bala perdida tronando donde alguna vez pasé, las furtivas patas que enhebran una telaraña en el rincón.

   De pequeño pensé que la muerte era quedarse atrapado en un cajón de un mueble con una pequeña puerta que teníamos en casa y en la cual suponíamos ingenuamente que murió mi hermanito mayor. Ahora me sobresalta más la muerte de mis compañeros de promoción, tan jóvenes o tan viejos como yo, porque entonces me pregunto qué ventura me sustrajo de ese destino o si en el próximo obituario colectivo será mi nombre el que sea acompañado de frases apesadumbradas. Los años han transcurrido arrumando cadáveres y no obstante todo la pila de ese holocausto de gente a la que conocí, de las moscas posándose sobre la derrota de sus párpados, la mano se posa incierta en mi vientre en vez de enjugar las lágrimas.

   Detrás de una mascarilla de nebulización, con el vapor del medicamento destilándose fuera como si se tratara de un viaje nuboso a un lugar indecible, he refrenado en mi pecho más de un ahogo por un ataque de asma. Sé lo que es dilatar el aliento en vano. Sé lo que es querer respirar y que el aire te responda con un puñado de su miseria. Si la muerte tiene ese rostro para mí habrá de ser cruel desde luego pero también vendrá sin el acertijo que la precede y eso apaciguará en algo el trance de ese instante impostergable o tal vez lo acreciente puesto que puede que recuerde entonces lo cobarde que fui detrás de la mascarilla y su vaho empañándose delante de los ojos me hará creer ridículo que alcanzo otra realidad más allá de la farsa de la medicina diluida. Y morirá conmigo entonces mi agnosticismo, precisamente el día que solo yo tenía que morir.

Entretanto nada me asegura que este día será el último. Nada me impide anhelar igualmente la mañana que vendrá. Esta noche dormitaré de nuevo esa incertidumbre y al despertar, si acaso despierto, la luz impuesta entre los ojos me traerá la certeza de que al menos esa inquietante duda solo se habrá aplazado brevemente una vez más.

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