Seguidores

martes, 12 de septiembre de 2017

       EL SABLE DE LUZ SIN LUZ

(A propósito del incendio en la galería Nicolini)

Agitando el fluorescente como un justiciero sable de luz entre la penumbra del humo. Con vehemencia primero, con urgencia después, la mano que lo empuña es un diminuto anhelo escurriéndose estéril entre las rendijas de su absurdo encierro.
Y en el sable de luz se estremece una imperiosa necesidad. Acuchilla atroz el humo que lo sofoca. Lo hiende en dos pedazos. Pero ni siquiera es una batalla desigual. Es una vana súplica entre miles de acechantes brazos inmóviles.
En el sable de luz ruge impostergable una voz que de haberla oído no hubiéramos reconocido el español en ella, pues clamó en el ancestral lenguaje con el que las criaturas se rebelan al destino cuando están a punto de dejar de ser criaturas.
No hubo ojos que nos miraron con horror. Pero un sable de luz se asomó con prisa por ese estrecho rectángulo del edificio en llamas y en su esbelta naturaleza nos increpó todo el largo y el ancho de sus miedos.
Tras el pavoroso incendio, con la dudosa tregua de unas fumarolas encabrintándose al cielo limeño, en algún inhóspito agujero, el sable de luz yace ahora como las luciérnagas apagadas con el último suspiro de la noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario