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viernes, 13 de septiembre de 2019

EL RELOJ DE MELISSA *


(Víctima de atentado terrorista en 1991)

Frente a aquel bulto extraño transcurren los últimos instantes con vida de Melissa Alfaro. Otras veces la mesa sobre el que depositaron el bulto ha sido ese rectángulo en el que ella se inclinaba a concebir lo que después quedaría impreso en el semanario donde trabajaba. Otras veces la muerte ya se ha extendido cruel sobre esas cuatro esquinas de madera o metal quien sabe, pero en el ajeno eco tenebroso de alguna víctima narrada en tinta desde una página sangrienta. Otras veces ha sido el miedo el que trepó hasta allí y se le asomó al rostro cuando llegaron las amenazas de asesinato. Pero ahora la mesa es un cadalso certero y el bulto sobre ella una engañosa forma con la que viene disfrazada la muerte.

Cuando amaneció ese último día para Melissa el bulto era una sórdida promesa en las manos de su hacedor. Suma sus piezas dispersas en un mecanismo que solo él comprende. Es un perverso arte de precisión el suyo. Un relojero que determina impiadoso el tiempo de los otros. Con tal poder consigo lo escupe su guarida. El verde en los semáforos licenció el camino de ese crimen. Quizá llamó juguete a esa estúpida razón bamboleándose en el asiento del auto rumbo a su enfermiza misión. Quizá en el humo de un efímero cigarro se disiparon todas sus aprehensiones. Quizá también el espejo le devolvió una culpa prematura y la evadieron sus ojos grises. Lo cierto es que al llegar a ese local periodístico de la avenida Petit Thouars entregó el atado de periódicos franceses que disimulaba el artefacto latente en su interior. Había sentenciado una vida.

El mismo largo y ancho de las calles que abrieron paso al verdugo hicieron otro tanto con su víctima horas más tarde. Las ciudades modernas no tienen puertas como las medievales y por tanto están abiertas para justos y malvados por igual. Melissa Alfaro peregrinó por esas mismas calles hasta llegar a su periódico en una fantasmagórica ironía de la existencia. La avenida Petit Thouars fue el camino por donde llegó el puñal y el cuerpo doloroso entregado en sacrificio. La misma puerta del periódico y su manija cedieron con idéntica hospitalidad a victimario y víctima.

Hacia el final, en su postrero instante, al filo de la mesa que muy pronto ardería en súbito estallido deformada en miríadas de esquirlas, Melissa Alfaro habrá comprendido que ese bulto extraño era un atado de periódicos franceses. Le arrojaría una mirada inhóspita para descifrar las palabras tan distintas a las que usó para decir madre, orgullo, patria, trompo, flor y caballo. Un movimiento de inocencia de sus dedos sobre el bulto ajeno precedió su muerte que llegó hasta ella en la forma de una incógnita en un idioma impropio.

Hoy, muchos años después de ese estallido, de la horrible pregunta de Melissa sobre aquella mesa tan invertebrada como ella, en nuestro común español o en cualquier idioma con el que se pronuncie justicia, hambre y bondad, trueno y página, árbol y miel, viento y muñeca, sed y gloria, dolor y música, piedra, lodo, mujer, sangre, llanto, sobrevivimos a su martirio aferrando las letras de su nombre en los puños.

* Melissa Alfaro Méndez murió a los 23 años en un atentado terrorista con artefacto explosivo oculto en un periódico francés el 10 de octubre de 1991 enviado al semanario Cambio de Lima, Perú donde trabajaba. Su crimen continúa impune casi treinta años después.

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